lunes, 18 de mayo de 2009

No te salves

Por Mario Benedetti (*)

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo...
pero si pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

(*) Del libro Poemas de Otros

Foto: cartel promocional del film La tregua (1974, Sergio Renán), basado en la novela homónima (1960) de Mario Benedetti.

jueves, 26 de marzo de 2009

Borges y la novela policial: Casi con desdén

Después, Borges, muy cuidadosamente, hizo fuego.

De todas las obras de Jorge Luis Borges (Georgie para los íntimos y los que querían sacar patente prestada de tales), varias de las más logradas las constituyen sus novelas (¿o cuentos?) policiales. Rodolfo Walsh decía que éstas representan, en sí, el ideal del género: un detective aficionado resolvía los crímenes desde las cuatro paredes de su celda en Las Heras, mientras tomaba mate en su jarrito celeste y consultaba (casi con desdén) a Gervasio Montenegro, su Watson puertas afuera, sobre los pormenores que rodeaban al crimen.

Obvio es que la perfección radica en aquello que es fundamental en la narrativa policial de corte inglés –en oposición a la novela policial negra, o estadounidense-: la lógica. En efecto, Don Isidro Parodi resolvía los crímenes con la desventaja de no- estar en la escena donde se ejecutaran, de no ver por sí mismo gran cantidad de pruebas, de dejarse guiar, tan sólo, por los datos de Montenegro, para irlos hilvanando, en rigurosa encadenación, hasta dar con el asesino, el móvil, el cómo.

Uno de los ejemplos más acabados de este rigor imperante en los cuentos policiales borgianos (aunque sin participación de Parodi ni de Montenegro) es La muerte y la brújula. En el relato, los indicios llevan al detective a caer en la trampa del asesino, que sólo trama venganza. Una venganza cuidadosamente urdida: el homicida superará al detective en el terreno, digámoslo una vez más, de la lógica, que es aquel en que se siente imbatible. Y al que sabe que el sabueso no podrá resistirse. Luego es que, “muy cuidadosamente, hizo fuego”.

(La cita, advertirá el lector, coincide con el final de otro cuento del autor, El muerto. Por contenido narrativo tal vez pudiera ser considerado un ejemplo de las categorías que muy al pasar esbozaremos después. Lo cierto es que concluye con una frase bastante parecida, aunque diferente: “Suárez, casi con desdén, hace fuego”. El desdén, en este caso, tomará forma casi ontológica, será un adjetivo del que se podrían perfectamente extraer varias interpretaciones del relato y sus circunstancias; posiblemente, nos cabría especular con una oposición entre el asesino desdeñoso y el cuidadoso, lo que cobrará valor a renglón seguido).

Pero Borges también ha ejercitado, aunque de forma un poco más vaga, el relato policial de corte (norte) americano. “Norte” entre paréntesis, en este caso, porque se mezclan el estilo con los intérpretes: son los poemas y relatos borgianos dedicados a cuchilleros, a compadrones, a matones, donde se narra sin más el crimen. No hay complicadas elucubraciones mentales. En todo caso, sí, descripciones de la moral imperante, de un cierto romanticismo salvaje: el duelo, la ofensa que le da lugar, la narración del combate, un primitivismo no exento de valentía, la exaltación de lo viril en el terreno del honor, y, por qué no, del amor.

¿Tiene esto que ver con las preferencias del autor? ¿Por qué, precisamente, se relaciona al criollo con el hecho policial menos elaborado desde el punto de vista intelectual? ¿Hay reminiscencias aquí de la que según Jauretche era la zoncera madre de la “inteligentzia”, “Civilización- Barbarie”? (¿Y acaso no viene esto ya desde el mundo de las Ideas platónico, superior al mundo sensible?) ¿Habla a favor o en contra del paisano esta tendencia al guapeaje, a cometer el crimen de frente, en un duelo la mayor parte de las veces, frente a lo acostumbrado por los criminales “civilizados”, que suelen elegir la estratagema del engaño?

Cierto es que se puede trazar, claramente, un paralelo. Cierto es, también, que Sarmiento, a la hora de buscar un “algo” con que elogiar a Facundo (que no era otra cosa que volverlo un poco más humano, elevarlo, des- demonizarlo para poder destruirlo) apela a su profunda valentía, a su temeridad felina. También (y seguir más allá de este renglón significaría irnos de tema, quizá irremediablemente) Borges destaca la valentía del Facundo, que en el Más Allá replica a Rosas su falta de coraje, lo que no es otra cosa que el personalismo. Des- demonizarlo, al Facundo, al criollo, para poder destruirlo.

Después, Borges, Sarmiento, casi con desdén, hizo, hicieron, fuego.


Por Diego J. Kenis, para el número 23 de la Revista Transiciones, Mar del Plata, 2009

miércoles, 20 de agosto de 2008

Batman: el Caballero de la Noche

(Por Diego J. Kenis)
Recuperando el estilo dark que supo imprimirle a la serie del orejudo Frank Miller, Christopher Nolan logra un Batman oscuro, a la vez que retoma una de las facetas más interesantes y menos explotadas del personaje: una ética paralela. Así, el encapuchado no dudará en golpear al Guasón (con magistral actuación de Heath Ledger) para obtener información, en una escena que por los personajes, ambiente lóbrego y circunstancias se parecía bastante a las primeras páginas del estupendo cómic La broma asesina, con el que Alan Moore y Brian Bolland relanzaron al personaje luego de su exilio en la psicodelia, anticipando los aciertos de Tim Burton en Batman y Batman Vuelve.

También el Guasón luce difrente a su última aparición en la pantalla grande. Ahora, convertido en todo un terrorista, en el más pleno sentido de la palabra. Como broche de oro a la gran personificación, el guión de Nolan lo asemeja al personaje de donde proviene: el de El Hombre que ríe, de Víctor Hugo. Aunque la historia de Moore de fines de los ochenta parece más jugosa que la actual, con El Caballero de la Noche Nolan da algunas nuevas vueltas a una tuerca que parecía agotada.

Buena película, con referencias a lo mejor del género y originalidad, El Caballero de la Noche es un acierto como para ver, máxime si se tiene en cuenta que veníamos de El Capitán Frío de Arnold Schwarzenegger, mancha en la serie iniciada con los buenos trabajos de Burton.